Iglesia Conventual de San Pablo
La Iglesia Conventual de San Pablo fue declarado Monumento Nacional el 3 de junio de 1931.
El formidable ábside de la Iglesia de San Pablo es un bloque de sólidas piedras que, más parece construido, con fines de guerra que para servir de recinto a la oración. Unos ventanales renacentistas son las únicas brechas de los enormes muros a los que con razón llama la voz popular el “Castillo de San Pablo”.
Sobresale este monumental ábside del resto de la fábrica de la iglesia, cuya nave central es muy elevada.
No hay unidad de estilo en su arquitectura, que pertenece a distintas épocas. La fachada pertenece a los últimos años del siglo XVI. El campanario es espacioso. Hay un pórtico gótico -siglo XV- en el costado de la epístola. El interior del templo es de una sorprendente grandiosidad. Diríase por su magnitud la segunda catedral palentina y guarda, como ella, muchas joyas artísticas.
El convento fue fundado en 1219 por Santo Domingo de Guzmán, que fue estudiante de la Universidad palentina y cuya casa, según se cree, estuvo en el solar sobre el que se construyó el Asilo de Ancianos Desamparados.
De la primitiva iglesia, fundada por Santo Domingo, sólo quedan con su típico carácter los dos ábsides o capillas del fondo de las dos naves menores. Esta fundación dominicana fue restaurada por Sancho IV y tuvo en su primera época gran relieve histórico, pues en ella celebró Capítulo General la Orden de Predicadores y, en tres ocasiones, se reunieron Cortes en el convento, que en un principio fue residencia y oratorio.
Más tarde fue enterramiento de príncipes y magnates que yacen bajo su suelo, aunque de estas sepulturas apenas se tienen noticias.
Dos obras escultóricas admirables justifican, por sí solas, la visita a este templo. Han sido justamente elogiadas por los más ilustres autores que las han dedicado atentos estudios. Son los famosos sepulcros de los marqueses de Poza, joyas primorosas del arte renacentista que se ven en los costados de la capilla Mayor.
El de la izquierda corresponde a don Juan de Rojas y a su mujer doña María Sarmiento, primeros marqueses de Poza. Estos magnates, oriundos de Poza de la Sal, en la provincia de Burgos, ejercieron el patronazgo de la iglesia en el siglo XVI.
La suntuosidad de este mausoleo parece confirmar la teoría de que los próceres tuvieron especial interés en reivindicar su catolicismo, puesto en entredicho, por el luteranismo de sus hijos y nietos, uno de los cuales fue exaltado por Schiller en su drama “Don Carlos”, como paladín del libre pensamiento en España.
Como quiera que sea, es evidente que los sepulcros son excepcionales por su lujo artístico.
El primero de estos sepulcros fue atribuido erróneamente a Alonso Berruguete, y no está probado que sea obra de Francisco Giralte, discípulo del genial paredeño que diera una réplica digna del maestro: es obra de otros escultores. Las estatuas orantes aparecen bajo un arco de medio punto artesonado.
En el primer cuerpo del sepulcro se destacan las efigies de Jesús atado a la columna, la Virgen y San Gabriel, Santa Catalina y San Jacinto; en el segundo, los cuatro Evangelistas y, en el remate, el Padre Eterno, y los escudos de Pozas y Sarmiento y Pozas y Enríquez.
El otro suntuoso mausoleo que se abre en el muro de la derecha de la capilla Mayor corresponde a los terceros marqueses de Poza que eran don Francisco de Rojas y doña Francisca Enríquez de Cabrera. También erróneamente fue atribuido hasta fecha no muy lejana a Pompeyo Leoni, pero documentalmente se ha probado que fue ejecutado por discípulos del citado escultor italiano. Alonso de Vallejo recibió el encargo de la obra pero murió al poco tiempo. Fueron sus continuadores Cristóbal y Francisco Velázquez, Antonio de Arta y Juan de Muniategui los que contrataron en 800 ducados.
Este mausoleo es, como el anteriormente descrito, una joya del renacimiento del año 1612 obra de Antonio de Riera. Las estatuas de los marqueses, fundidas en bronce, aparecen en actitud de orar.
El retablo del Altar Mayor es un magnífico exponente del arte plateresco. Por su grandiosidad recuerda el retablo mayor catedralicio y, lo más probable, es que haya sido realizado por entalladores avecindados en Palencia. La reja que cierra esta capilla es muy valiosa y de estilo renacentista.
Son muy interesantes, por su labor medieval, las capillas del fondo de las naves menores. La de la izquierda de la capilla mayor, al fondo de la nave del Evangelio es de puro estilo ojival y tiene una interesante reja.
A la derecha vemos la capilla del deán Zapata, cerrada con una reja muy notable, de estilo gótico. Interesantísimo es el retablo de esta capilla, obra maestra del arte gótico flamígero con un grupo escultórico de la Piedad, de emocionante expresión. Fue construida a comienzos del siglo XVI a expensas del deán de la catedral de Palencia, don Gonzalo Zapata, cuyo sepulcro podemos ver en la capilla.
El coro es muy amplio y tiene una buena sillería y un excelente órgano.
Del primitivo noviciado sólo quedan algunos vestigios, pues la actual residencia ha sido muy reformada. Sólo subsisten restos del claustro gótico. La capilla dedicada a Santo Domingo lindaba con este claustro y se hallaba en el hueco que da acceso a la sacristía.
Bleye, Valentín. Guía Turística de Palencia y su provincia. Cuarta edición corregida.
Palencia: Imprenta Provincial; 1987